Enemigos

Pandemia 1.1

Quédate en casa, quédate en casa… todos repetimos el mismo mantra, pero no logro convencerme de que represento un peligro para los demás, no oculto malas intenciones. Me he portado bien, no he visto a nadie… Mi único pecado (respecto a la pandemia) es salir todos los días de 5 a 5:30 de la tarde a caminar por mi calle. Me cruzo con tres o cuatro personas, cada una va pendiente de los movimientos de los demás: si la joven deportista amenaza con cruzar hacia el chico de la bicicleta, éste cambia rápidamente de camino para alejarse de ella. Lo mismo hacemos todos, por lo que vamos zigzagueando. Hoy una chica que paseaba a su perro vio a otra que venía de frente. Ambas se detuvieron. Una preguntó: ¿Vas a cruzar? Ante la respuesta afirmativa, siguió su camino. Nunca pensé que la democratización tomara esta forma, es decir, igualarnos por lo bajo: hoy no quiero que me rocen ni el cartero ni la estilista, ni siquiera el doctor. Y resulta que ellos tampoco quieren que los toque. Deben ser poquísimos los momentos en la historia de la humanidad en que absolutamente todos somos enemigos potenciales.

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