
Todos los días, al levantarme, pienso que no veré a nadie, una experiencia única en mi vida, no porque nunca haya pasado -y disfrutado- días sólo conmigo misma, sino porque hay una gran diferencia entre buscar la soledad y padecerla. Existen sociedades, como la sueca, que parecen tener incorporada la distancia social, a la que ven como independencia. Y otras, como la nuestra, que ni siquiera había escuchado la expresión antes de febrero.
No veo la epidemia actual como un padecimiento, sino como una regla -impuesta, claro- pero aceptada. Sin embargo, a cada rato me topo con límites que no había contemplado. Por ejemplo, la cancelación del verbo ir: no voy a ningún lado, no hago planes para salir, mis desplazamientos son tan modestos que no podría enunciarlos con ese verbo, a menos que alguien considere el hecho de ir a abrir la puerta como un traslado. El mundo se aleja cada vez más de mí, lo único que sé es que los números y las semanas aumentan: ninguna cartelera, ni trámite; nadie me pide libros ni recetas, no sé si han aumentado los precios ni qué colores se usarán esta primavera… que se me está yendo de las manos desde antes de que empezara. Me faltan los olores, los colores y los abrazos.
No me he quedado muda porque el celular suena todo el día: aprovechando las circunstancias, me doy el lujo de hablar sin medir el tiempo con gente querida… pero no tenemos más temas que el Coronavirus. Ya ni siquiera las cuestiones políticas nos convocan; y las despedidas siempre son un poco tristes, pues ya nadie se atreve a usar el cliché “a ver cuándo nos vemos”. Lo ignoramos.
No me queda otro camino que administrar la soledad sin demasiadas exigencias para cuidar mi entusiasmo, intensificando el placer del café y de la fruta de manera artificial, como si fuera la primera vez. A partir de las 7 voy cada hora (un ir pequeñito) a extasiarme con mi huele-de-noche. Como a las 9 veo una película (lo que de alguna manera es un ir), especialmente las que fueron rodadas lejos, fuera del país. De momento, estos viajes y los clavados hacia el interior son los únicos “ires” disponibles. Prefiero los primeros.