
Pandemia 1.15
Dicen los chinos que todas las crisis vienen acompañadas de oportunidades, y esta pandemia no es la excepción. Veo en cada esquina (de Facebook) cómo se reproducen de manera infinita charlas, cursos, talleres, conferencias y congresos. Como ya no se necesita local, permiso ni transporte, sólo un dispositivo y una conexión a Internet, muchos han descubierto repentinamente su vocación de enseñantes. Decidieron aprovechar una ventana por la que pueden mostrar lo que saben hacer: pastel de limón, desinfectar, regañar a los niños, consolar, pintar platos de cerámica, limpiar tenis, dar consejos sobre la vida, administrar un negocio que no tienen, pero que podrían tener.
Las redes sociales son un espacio abierto (más o menos) y todos tienen derecho a utilizarlo en su beneficio, pero esta competencia desleal debería ser prohibida de inmediato por algún órgano estatal. En primer lugar, porque no se puede reclamar ni la devolución del tiempo invertido en caso de que falle, ni el contagio a pesar de seguir todos los pasos para “sanitizar”. No hay responsables en esta educación, por mala que sea. En segundo lugar, están ausentes las exigencias del sistema educativo actual: evaluación, certificados y programas. Finalmente, pedimos que se prohíba porque durante siglos los maestros hemos tenido el dudoso privilegio de formar a las nuevas generaciones y resulta que una mujer que organiza closets nos desplaza. Es una cuestión de honor.
La mayoría de los que elegimos la docencia fuimos engañados con el cuento de la satisfacción a largo plazo, nos hicieron creer que éramos los héroes que sacarían a la nación del atraso y la ignorancia; durante mucho tiempo alumnos y padres expresaban su reconocimiento en poemas y relatos dedicados al maestro.
A la mitad del camino, sin previo aviso, éste dejó de ser sembrador para convertirse en facilitador: sólo tiene que garantizar que los alumnos aprobarán los exámenes. Cualquier medio es válido. De un plumazo, los profesores dejaron de existir y ahora se ven sustituidos por una mujer que tira libros y dobla camisas o por algún iluminado que ofrece charlas con títulos como “Prográmate para derrotar al Covid19”. O por alguna arrogante que escribe sus reflexiones sobre la pandemia.
Quizás “los profes” deberíamos ser más humildes y aceptar que ya tuvimos nuestra oportunidad y la desperdiciamos: los resultados están a la vista. Es hora de ceder el lugar a los educadores improvisados, quizá tengan más suerte. Hace rato que muchos padres cedieron su lugar… los resultados también están a la vista