Apariencia, Congruencia, Imagen

¿Hay verdad más profunda que la apariencia?

Calle Inquisidor en La Habana, donde vivió mi madre

Humanos al fin, nos caracterizamos más por las contradicciones que por la coherencia. Actuar conforme a lo que predicamos no es una cualidad sino una ilusión o, en el mejor de los casos, una meta hacia la que tendemos sin correr el riesgo de alcanzarla. Dado que el audio y el video —las palabras y los actos— nunca corren al mismo ritmo, nos damos el lujo de descalificar sentencias que, en lo oscurito, rigen nuestra vida. De ahí el proverbio que declara en forma inapelable que el hábito no hace al monje. Tal vez sea cierto, pero esto no nos impide, en la celebrada búsqueda da la autenticidad, imitar a aquellos que admiramos. Y no sólo en el hábito; también en los hábitos.

Cuando elegimos —provisional o definitivamente— un oficio o forma de estar en el mundo que no practica la gente de nuestro medio, volteamos la vista hacia los extraños para aprender a ser. Convertirse en pintor pasa a menudo por las manchas en la ropa, una forma de vestir que puede variar entre lo rústico y lo extravagante, frecuentar museos y galerías, y nunca más —bajo pena de excomunión— aparecerse en sitios vulgares como un supermercado, un salón de belleza o las fondas frecuentadas por la familia.

No es una empresa fácil: ¿cómo ser alguien distinto si desconocemos los patrones que rigen a esos que pretendemos igualar? Cualquiera que haya intentado ser escritor en un medio de profanos habrá pasado por la etapa de la pasión por la lectura, la alegría de escribir, la sospecha de que ése es su camino y, luego, la necesidad de reconocimiento. ¿Cómo revivir la gloria cosechada con el poema publicado en el periódico escolar? ¿Cómo ser un escritor tan auténtico que todos noten esa autenticidad? Imitando.

En uno de sus libros autobiográficos, Juventud, Coetzee narra este arduo proceso que amenaza con disuadir al protagonista. Lejos de su ciudad natal, despertando a diario en un Londres frío y sin corazón, el aspirante a escritor se encuentra a sí mismo trabajando como programador en IBM para poder pagar renta y comida. ¿Es esta ocupación compatible con el arte? ¿Producirá los mismos efectos la enajenación por opio o por trabajo? ¿Qué pensarían Baudelaire o Poe? Cierto que Kafka, Eliot y Stevens eran oficinistas… “¿Por qué es un sacrificio mayor, una renuncia mayor de la personalidad esconderse en una buhardilla de la Rive Gauche por la que no pagas alquiler o vagar de café en café sin afeitar, sucio, maloliente, gorreando copas a los amigos, que vestir un traje oscuro y hacer un trabajo de oficina que te aniquila el alma?”.

Los cánones no están establecidos. Los aspirantes a artistas (y también aquellos que pretenden ser científicos, millonarios o estrellas) tienen una idea fija: ser “uno de ellos”. Pero, ¿cómo? ¿Dónde están esos individuos que firman artículos inteligentes, otorgan entrevistas o llenan con sus fotos las secciones de cultura? ¿Qué hacen en su tiempo libre? ¿Cómo son sus lunes o sus viernes? ¿Cómo toparse con uno de ellos y empezar a vivir de a deveras?

Las estrategias del protagonista de Juventud nos resultan familiares: en primer lugar, fingir: fingir que se es feliz consumiendo los sábados en la biblioteca y salir fingiendo que, como todos, uno está listo para divertirse, aunque sólo camine hasta su casa. Engañarse pensando que las vilezas cometidas son experiencias que ayudan a convertirse en artista, pues los artistas están al margen de la moral. Asumir que el aburrimiento es una prueba por la que pasan todos, aunque la duda acecha desde el fondo de la conciencia: “¿Se puede ser aburrido no sólo en la superficie sino también en lo más hondo y aun así ser artista?”. Tiene veintidós años, como otros dieciocho o treinta. Y se aburre. Qué osadía creer que se puede ser escritor con una existencia vacía, relaciones intrascendentes y nada que decir. ¿Cuándo la vida se vuelve intensa?

Un joven, varón, sólo tiene una respuesta: cuando entran en escena las mujeres. El arte no puede alimentarse sólo con privaciones: exige pasión y amor, osadía y saber correr riesgos. Pero aun si uno está dispuesto a invertir cada noche, ¿cómo levantarse al día siguiente a estudiar o trabajar, concentrarse y cumplir con las obligaciones? La fantasía establece que los escritores no conocen deberes: viven de acuerdo a sus deseos y, cuando están inspirados, los convierten en obras inmortales. ¿Será posible para un mortal pasar de una vida con horarios y responsabilidades a una vida de placer?

Otro inconveniente apunta a los deseos mismos: ¿Qué pasa cuando uno se acuesta y se levanta con una mujer sin sentirse entusiasmado? ¿Debería alejarla? No, los verdaderos artistas se complican la vida. ¿Cómo imaginarse a Miller o a Picasso negándole un lugar en su cama a una mujer por fea o por falta de ganas? Los artistas viven en tensión constante, el deseo en ellos es inagotable.

Con la obsesión de ser alguien, de pertenecer a ese clan que admiramos, soportamos estoicamente todas las pruebas; y luego, cuando hemos logrado comer como artistas, hablar como artistas, frecuentar los bares de los artistas, ¿pasamos del parecer al ser? ¿Existe un pase automático de la apariencia a la esencia? Wilde afirmaba que no hay verdad más profunda que la apariencia, sin embargo, a la pregunta ¿a qué te dedicas? pocos se animan a responder convencidos: “soy escritor” o “soy artista”. Es más común confesar, con voz inaudible, “escribo” o “compongo música”… y así deambulamos por la vida, hasta que, en alguna esquina, el otro nos pone una etiqueta. Y empezamos a ser.

1 comentario en “¿Hay verdad más profunda que la apariencia?”

  1. Saludos! Me disculpo por comunicarme por este medio, soy Adriana Cruz, una admiradora de su trabajo y he buscado dos libros suyos hasta el cansancio, me gustaría saber si con usted podría adquirirlos 💜 se trata de «No soporto el paraíso» y «la sonrisa del gato» se que están en este medio en pdf y anteriormente ya los había leído pero entenderá que no es igual tenerlos en físico, de antemano agradezco su atención y la felicito por su blog.
    Dejo mi correo electrónico en caso de que pueda ayudarme. 💜 adrian.crdiz@gmail.com

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