En estos días fue detenido el líder de la Luz del Mundo, que algunos catalogan como religión y otros como secta. ¿Qué los distingue? ¿La cantidad de miembros, el tiempo que lleva, los métodos de reclutamiento, la existencia de un líder? Por otra parte, nos preguntamos si todas las sectas son dañinas y cuáles son los motivos por los que una persona se vuelve adicta a una secta. ¿Los efectos de una secta serán similares a los de una droga?

En estos días fue detenido el líder de la Luz del Mundo, que algunos catalogan como religión y otros como secta. ¿Qué los distingue? ¿La cantidad de miembros, el tiempo que lleva, los métodos de reclutamiento, la existencia de un líder? Por otra parte, nos preguntamos si todas las sectas son dañinas y cuáles son los motivos por los que una persona se vuelve adicta a una secta. ¿Los efectos de una secta serán similares a los de una droga?
Las sectas destructivas
Cada fin de semana, con precisión suiza, tocan a mi puerta —y probablemente a la suya— personas que nos traen “un nuevo mensaje de la Biblia”. Sólo la primera vez, hace más de dos décadas, caí en la trampa; ahora me niego sistemáticamente a abrirles. Sin embargo, cada vez me pregunto qué lleva a esta gente a entregar su tiempo y su energía, a soportar portazos e insultos con tal de difundir “la palabra de Dios”. Una de las respuestas es clara: son adictos a una secta. Dejando de lado la polémica diferencia entre sectas y religión, podemos referirnos a sectas de muy distintos signos (en la red encontramos clasificados en dicha categoría desde la GFU, la Dianética, la Luz del mundo y el Cuarto Camino, hasta el Opus Dei y los Testigos de Jehová) en las que los adeptos son utilizados y explotados en beneficio de los líderes.
En su libro “Adicción a las sectas” Pepe Rodríguez caracteriza a las sectas destructivas como grupos que destruyen o dañan la personalidad previa del adepto, destruyen sus lazos afectivos con su entorno habitual y destruyen sus intereses vitales, por lo que acaban dejando de lado sus metas anteriores.
¿Por qué una persona se “engancha” en una secta? Hoy los especialistas distinguen entre adicciones a sustancias y adicciones a procesos. En ambas, afirman, hay mecanismos neuroquímicos similares provocados por exotóxicos (sustancias externas) y por endotóxicos (drogas endógenas segregadas en respuesta a estímulos psicológicos). Algunos autores consideran que hay un tipo de personalidad más proclive a quedarse en una secta, mientras que otros afirman que cualquier persona que pasa por un momento de crisis (por la edad, una separación, etc.) puede caer en sus redes si el mensaje coincide con las necesidades e intereses del sujeto.
¿Y qué es lo que les ofrecen? Seguridad. Una identidad colectiva fuerte que sustituye paulatinamente su propia identidad y que separa claramente lo bueno (el grupo) de lo malo (el resto). A esto se suma un sentimiento de compañerismo y solidaridad entre los adeptos y una “ritualización” de la vida cotidiana, en la que cada actividad (comer, lavarse, trabajar, leer) va acompañada de ciertos ritos, que brindan una sensación de aceptación y apoyo.
Por ello no es extraño que en un mundo donde la pérdida de sentido se ha vuelto moneda común, la gente esté dispuesta a entregar su libertad, a perder por completo su intimidad, a obedecer sin cuestionar, a romper los lazos con su pasado, a abandonar sus proyectos de vida, a considerar al resto de la sociedad como enemigos, y a dedicarse a hacer proselitismo y a recaudar dinero.
Rescatar a un sectadependiente es tan difícil como rehabilitar a un adicto al alcohol o a las drogas. Con algunos agravantes: las sectas no se presentan como tales, el lavado de cerebro es difícilmente demostrable, y el adicto demanda “libertad” para elegir su camino justificándolo con argumentos legítimos, tales como el “crecimiento espiritual” o la entrega a la religión. Y la sociedad cuenta con pocas armas para enfrentar esta plaga…
Esther Charabati